El original de esta vasija en forma de simio, procedente de Texcoco
(Valle de México) mide 15 cm. de alto y es de obsidiana. Este
mineral volcánico de aspecto vítreo se utilizó, frecuentemente, en
casi todas las civilizaciones precolombinas por el halo mágico que
produce, y porque entre otras propiedades tiene más dureza que el
vidrio.
Los textos de historias de los reyes de Texcoco están salpicados de
referencias a esculturas y objetos de arte. En la época de
Ixtlilxochitl, Nezahualcoyotl, y el hijo de éste Nezahualpilli, que era
astrólogo y arquitecto, debieron de producirse en los palacios de
Texcoco innumerables objetos preciosos y con técnica exquisita. Todo lo
que se ha podido identificar como procedente de Texcoco tiene un sello
de refinado esteticismo.
Dadas las características de esta vasija, semejante a otras muchas
encontradas representando diferentes animales, es fácil presumir que
sirviera como recipiente en los rituales y ceremonias oficiadas por los
sacerdotes. Como puede verse, un mono estilizado, tan tersamente pulido
como un espejo, coge su propia cola por encima de su cabeza. La
increíble habilidad técnica desarrollada en el tallado y pulido,
llevado a cabo sin instrumentos metálicos de ninguna especie, hacen de
esta pieza una de las piezas más valiosas del Museo Antropológico de
Méjico. |