Es sabido que existieron mujeres sacerdotisas en la civilización
maya, según se desprende de los testimonios dejados por los cronistas,
y de los restos arqueológicos existentes, como por ejemplo el conocido
Templo de las Sacerdotisas de Uxmal, en la península del
Yucatán.
Fr. Bartolomé de las Casas, refiriéndose a las que él llama
«mujeres monjas», cuenta que: «Se alojaban junto a los principales
templos. Hacían votos por un año, dos, o por más tiempo según
querían; las causas que las llevaban a ello podían ser que estuviesen
enfermas y pedían salud a los dioses, o porque les diesen un marido o
hijos, o movidas por la devoción; ... todas estas eran vírgenes la
mayor parte, habiendo entre ellas algunas viejas que por su devoción
querían servir a los dioses en aquel estado toda su vida. ... Tenían
su maestra, una vieja venerable muy devota, religiosa y experimentada
que las adoctrinaba y gobernaba, y corregía en sus
negligencias». Sigue diciendo el mismo autor que vivían pobres,
y su labor ordinaria era hilar y tejer mantas para el servicio de los
templos y de los dioses, y entre las ocupaciones espirituales estaba la
de levantarse a medianoche para ir a poner incienso en los braseros, que
siempre ardían, y hacer sahumerios a los dioses.
Los oficios sacerdotales que las mujeres desempeñan principalmente
son la predicción de lo por venir y la curación de enfermedades, y es
opinión muy propagada que la mujer está dotada de un poder misterioso
en grado mucho más elevado que el hombre. Aún hoy día existen en
América mujeres chamán que podrían ser consideradas como sucesoras de
aquellas antiguas sacerdotisas mayas.
La sacerdotisa representada en este relieve lleva un llamativo tocado
de flores y plumas sobre su cabeza. Con el cuerpo en posición ritual,
mantiene los brazos sin apoyo, por lo que quizá pueda interpretarse que
los estuviera moviendo con algún propósito. Luce una falda
adornada y un gran collar o gorjal que le cae por la espalda, y toda la
figura está rodeada de jeroglíficos.
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