Fotografia de la Pieza  

Máscara

teotihuacana

 

Teotihuacán. Méjico.

Siglos III-VI

Museo de Artes Africanas

y de Oceanía. París.

 

Alto: 18, ancho: 18, prof.: 7

 

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precio.

 

 

 

La máscara formaba parte del ritual mágico-religioso en el culto a los muertos y a las fuerzas de la Naturaleza. No es una simple careta, sino que al ponerse la máscara el hombre se incorpora el espíritu del ser o divinidad a la que representa, y canaliza todas sus cualidades físicas y mágicas; es un proceso mágico en el que la máscara atrae y se impregna de la deidad a la que se dirige, y de alguna forma el poder de la deidad se transmite al hombre que la posee.

La máscara servía para dar protección mágica a su poseedor, que con ella estaba resguardado de los demonios; estos quedaban neutralizados, atemorizados por aquel disfraz, lo cual hacía que la desgracia se disipase. Su uso se aplicaba también a los muertos, a los que se enterraba junto con ella; de algún modo había que dar protección al difunto para facilitar el tránsito del alma al más allá. Incluso a los mismos dioses se les representa enmascarados, de forma que nadie podía haber visto su rostro porque todos llevan máscaras.

Aquí podemos contemplar un ejemplo de máscara de Teotihuacán. No se reproducen los rasgos fisionómicos de una persona determinada, sino que se muestra una abstracción con el tipo racial de diversas gentes. Las máscaras de Teotihuacán repiten una faz de líneas correctas: ni descarnada ni obesa; nariz puntiaguda; ojos entornados, y la boca entreabierta por causa del aire enrarecido de la meseta central, que obligaba a aquellos hombres de las tierras altas a respirar con una perpetua disnea.

En las máscaras teotihuacanas no sólo encontramos el retrato físico y espiritual de una estirpe, sino que también podemos apreciar en ellas las grandes posibilidades para ejecutar trabajos técnicos que poseían aquellas gentes, por la habilidad que demostraron en la talla de piedras duras, como el jade, la obsidiana, la diorita, y el pórfido. Aunque hay máscaras estucadas y pintadas, las máscaras mexicanas y teotihuacanas son la exaltación de la roca, el puro mineral, que da a la máscara la máxima apariencia de vida. La piedra dura, pulimentada, brilla, cambiando de aspecto según la dirección en que le llegan los rayos de luz. La máscara y, en general, toda talla de piedra dura, se anima al mirarla desde diferentes puntos de vista; parece que mueva los párpados, que brillen los ojos, que se apreste a hablar, por los reflejos que se perciben en las mejillas.

Máscaras semejantes a la que aquí presentamos pueden encontrarse en el Museo Nacional de México, y en el Museo de Historia Natural de Nueva York, entre otros, constituyendo todas ellas una de las creaciones más estéticas del arte precolombino.

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