Fotografia de la Pieza  

Máscara

votiva

olmeca IV

 

Cultura olmeca.

 

Alto: 10,5, ancho: 11, prof.: 5

 

 

Mármol

(con metacrilato)

52 €

 

Las máscaras aparecen en toda el área cultural del mundo precolombino.  En la zona de Mesoamérica se encuentran gran variedad, según las características peculiares de cada región.

La máscara formaba parte del ritual mágico-religioso en el culto a los muertos y a las fuerzas de la Naturaleza.  Mediante la máscara el hombre se transforma en el ser al que representa, y canaliza todas sus cualidades físicas y mágicas; es un proceso mágico en el que la máscara atrae y se impregna de la deidad a la que se dirige, y de alguna forma el poder de la deidad se transmite al hombre que la posee.

Servía también para dar protección mágica a su poseedor, que se veía resguardado por los demonios. Estos quedaban neutralizados, atemorizados por aquel disfraz, lo cual hacía que la desgracia se disipase de su entorno.  El uso que se hacía de la máscara se aplicaba también a los muertos, a los que se enterraba junto con ella.  De algún modo había que dar protección al difunto para facilitar el tránsito del alma al más allá.

En ningún momento se trataba de fieles retratos, sino de imágenes concepto. «Máscaras impenetrables».

Desde siempre, todas las civilizaciones dieron una gran importancia a las artes plásticas, y en especial a las representaciones de dioses y fuerzas de la Naturaleza, no sólo con fines estéticos, sino atribuyén­doles poderes mágicos y prodigios.  Esto no se ha perdido, y podemos ver todavía en nuestro mundo actual numerosos exvotos que rememoran prodigios curativos realizados por estatuas de dioses o por imágenes de santos.  De alguna manera, las gentes saben que determinadas imágenes están "cargadas" o impregnadas de algo misterioso.

No siempre eran las máscaras antifaces, sino que se llevaban también como colgante, en el tocado o en el cinto.

Las cuatro máscaras que vemos recogen cada una de ellas diversos elementos simbólicos, y las cuatro presentan la forma de la boca típica olmeca, casi trapezoidal y semejando la boca de un felino.

© Taller HORUS