Fotografia de la Pieza  

Loseta de

la puerta

del Sol

 

Bolivia. Tiahuanaco.

Siglos VIII-XII.

 

Alto: 22, ancho: 10, prof.: 3

 

Mármol

Zirconio

62 €

 

En un marco frío y desolado, cerca del lago Titicaca y a 4.000 mts. de altitud, se encuentra la orgullosa ciudad de Tiahuanaco, todavía hoy profundo enigma para los investigadores.  Al noroeste de la ciudad se erige el palacio de Kalassaya, donde se encuentra la famosa Puerta del Sol. Este monolito, de 3,75 mts. de altura y un peso aproximado de doce toneladas, está decorado con un friso esculpido representando figuras mitológicas, una de las cuales es la que aquí reproducimos. Se trata de un «hombre-sol» que luce una corona terminada en figuras zoomorfas; además sostiene un cetro en cuyo pomo se distinguen dos cabezas de pez, muy posiblemente el carachi, natural de Titicaca.  Las alas también concluyen en figuras zoomorfas, dando los pies impresión de movimiento. Es también significativa la banda que aparece debajo del ojo y que recuerda a una lágrima, haciendo que a estas representaciones se las conozca como «aves lloronas».

En este friso hay treinta y dos figuras como la que presentamos y dieciséis «hombres-cóndor», totalizando cuarenta y ocho figuras que enmarcan el motivo principal: una figura macrocéfala que representa a la Divinidad Primordial. algunas teorías emparentan esta figura con Viracocha.  Según la tradición aún hoy vigente, Viracocha, creador y héroe civilizador, «fue el que creó el Cielo y la Tierra a partir de la Oscuridad Primordial. Después formó seres de gran tamaño y les dio vida.  Pero no le agradaron y los destruyó, transformándolos en estatuas de piedra y provocando un Diluvio.  Instauró Tiahuanaco y creó hombres de tamaño similar a los que hoy la habitan...». Según esta misma tradición, al final de los tiempos, Viracocha regresará bajo la forma de un hombre blanco barbudo para instaurar la Nueva Era.

La Puerta del Sol continúa hoy saludando al astro que le da nombre, testimoniando la sabiduría de sus constructores que alinearon el Templo de forma que solsticios y equinoccios coincidieran con las líneas fundamentales de la construcción.  Y así, alzándose sobre la horizontal de las ruinas, se yergue la silueta de uno de los vestigios culturales más importantes del continente americano.

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