Esta pieza es un disco marcador que constituía el detalle central de
un altar en la ciudad maya de Chincultic (Chiapas).Es notable la gran
fuerza dinámica que el escultor maya ha logrado en esta obra que
representa a un jugador de pelota, al que vemos con sus atavíos
ceremoniales de competición golpeando una pelota con su cadera; a la
vez confronta o compara dos tablillas, que quizá sean los marcadores
donde se refleje el resultado del juego, o quizá dos profecías, como
ha escrito algún estudioso.
Este juego, al que los aztecas designaban con la palabra tlaxtli,
derivada probablemente de la tolteca teutlachtli («campo de los
dioses»), era un juego ritual entre dos equipos que intentaban pasar
una bola de caucho por un aro situado en la mitad del terreno de
juego. No podían golpear con manos ni pies y sí con hombros,
pantorrillas o cadera, como vemos en el relieve. Si bien diversos
historiadores, antropólogos y otros especialistas han venido midiendo y
describiendo las características principales de este juego, no
obstante, son pocos los estudios realizados sobre el simbolismo de este
aparente "deporte" precolombino.
Las escasas fuentes que nos dan noticias sobre el juego de pelota son
el Popol Vuh y los restos de antiguos códices, siendo quizá el campo
de juego de pelota de Copán en Honduras el que más elementos
simbólicos aporta. En los bancos laterales del Patio Monumental del
juego de pelota de Copán se hallan empotradas seis estatuas de
guacamayas alineadas, tres en el rumbo oriental y tres en el
occidental; la línea del paralelo, esto es, la del paso del astro por
el zenit, cruza de este a oeste el centro del patio simbolizando «el
camino del Sol»; y la pelota, símbolo del Sol, completa con las seis
guacamayas el simbolismo del Dios-Siete.
El Popol Vuh establece un paralelo entre los jugadores y los dioses
solares, que desde los ángulos del Universo -usando la terminología
del Chilam Balam- se convocan en el centro, en este caso el patio de
juego. Durante la partida de juego visten sus resplandecientes atavíos
de gala, esto es, lucen sus insignias de Dioses solares.
Las pruebas, proezas y juegos de pelota del dios Hunahpú llenan las
páginas del Popol Vuh de enseñanzas éticas, debiendo haber sido un
gran Maestro del pueblo maya-quiché, deificado después de su muerte,
como lo fueron Quetzalcoatl y Huitzilopochtli en Tenochtitlán, Osiris
en Egipto, Perséfone en Grecia o Jesús en el mundo cristiano.
El código de Hunahpú soluciona de manera sabia los problemas de la
convivencia de los hombres, y sus doctrinas inmutables perduran en la
conciencia del indígena como viejas y ancestrales costumbres que
enseñan a respetar las sagradas reglas del juego de la vida cósmica,
simbolizadas en el juego de la pelota. |