Al final del llamado período clásico maya (siglo X), y coincidiendo
con el contacto que se produjo con los aztecas -cuyo reflejo más
evidente fue la ciudad de Chichen Itza-, la civilización maya comienza
su declive. Paulatinamente se va pasando de una teocracia a una sociedad
más secularizada y militarista, en la que el guerrero va a cobrar más
protagonismo e importancia que el sacerdote.
Junto a ocasionales disputas fronterizas, la obtención de
prisioneros como objetos de sacrificios a los dioses va a convertirse en
un frecuente motivo de guerra; y por ello los guerreros adquirieron una
importancia de carácter religioso.
En esta pieza vemos a un poderoso guerrero, probablemente un
príncipe, sentado sobre un trono o sitial; luce un espléndido collar
sobre su fornido pecho, fajín, muñequeras, y otros adornos. Con
su mano alzada sujeta un nenúfar, planta acuática que constituye uno
de los símbolos más comunes en las representaciones mayas.
Es notable la gran semejanza que guarda esta obra con la conocida
«Estela de Madrid», bajorrelieve de piedra caliza perteneciente al
arte maya clásico, hallado en Palenque (Chiapas), y que actualmente
puede contemplarse en el Museo de América, en Madrid.
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