El sacrificio en Mesoamérica se inscribe en el marco de las
enseñanzas espirituales cuyo origen mítico y místico señala a
Quetzalcoatl (la "serpiente emplumada"). Su sentido es, como
para otros pueblos, incluidos los cristianos, el elevar la conciencia de
lo material a lo espiritual, superando los propios límites a través de
la renunciación de todo aquello que cierra el paso a la conciencia. El
sacrificio tiene como sujeto ante todo a sí mismo. No obstante, la
caída moral, como sucedió en Europa, lleva a aplicarlo sobre otros,
como expiación de las propias faltas.
Este cuchillo era uno de los que se utilizaban para los sacrificios.
El mango representa a un «caballero águila», que era un componente de
una de las "Órdenes religiosas" más importantes, junto con
la de los «caballeros jaguares».
Generalmente estaban hechos de sílex y de obsidiana, aunque también
usaban el pedernal a pesar de que ésta es una piedra recia que no
permite el afilado muy fino.
Se han encontrado cuchillos de sacrificios con mango de madera
adornado con tallas, incrustaciones de turquesas o chapas de oro.
Torquemada relata que los nativos creían que esos cuchillos cayeron del
cielo y eran llamados «manos de Dios». Los hacían muy ricos cabos y
remates con figuras, según su posibilidad, de oro y plata, esmeraldas y
otras piedras preciosas, y los tenían siempre guardados en los altares. |